10 CONSEJOS A POLÍTICOS, FUNCIONARIOS PÚBLICOS, VOCEROS Y PERIODISTAS PARA ENTREVISTAS MEDIÁTICAS

JAVIER MONROY CERVANTES

javmonroyc@yahoo.com

(*) Probablemente conozcas algunos, pero igual, desde mi larga experiencia en ambos lados del mostrador, como productor y emisor de informaciones en instituciones públicas y privadas, y editor de medios, comparto esto contigo.

Si eres político (presidente, congresista, ministro, gobernador regional, alcalde o funcionario, en general, o los representas oficialmente):

1) Comienza entendiendo que: Una entrevista en medios, no es lo que piensas de arranque: el cherry fácil, la facturación solapa, la ocasión para el autobombo y la propaganda. Ni para lucirte puerilmente sobre tu tema o sector. No. Es una oportunidad para aclarar o hacer descargos sobre asuntos contingentes, para presentar resultados, para hacer anuncios, y, lo más importante, para que la ciudadanía entienda la naturaleza de tus decisiones y el alcance de las acciones que emprende tu sector, bajo tu liderazgo (eso, si lograste superar la burocrática condición de “jefe”y te ganaste ser mentor de tu equipo). Es decir, en bandeja tienes un momento ‘kodak’ para conectarte -más que con tus típicos ‘stakeholders’- con la gente y sintonizar con la calle, que -como diría Al Pacino en ‘Carlito’s way’- “Siempre está mirando”;

2) Tampoco creas que si sales en cinco diarios, tres canales de TV, dos radios y un blog líder, cada semana o cada quince días, ya eres una estrella de rock, y frenético de orgullo le chantas un bono de productividad a tu gente de prensa. Todo lo contrario: mientras menos salgas en medios, mejor para ti y para tu gestión. Una cosa es jugar al peligroso figuretismo, la sobreexposición y la saturación a los medios, y otra salir a comunicar adecuadamente cuando es oportuno y necesario. Estas apariciones deben ser contadas y estudiadas tácticamente. Tú y tus asesores deben evaluar cada aspecto de una exposición mediática, pues en lugar de ser provechosa y conveniente para ti, podría reventarte en la cara y levantar polvo sobre algún asunto espinoso que, sin ser necesariamente cierto o haber responsabilidad tuya, no estaba en tus cálculos y te puede generar una crisis que termine por sacarte del cargo; 

3) Al proponer o aceptar la entrevista no te equivoques creyendo que le haces un favor al periodista o al medio. Se trata de una relación ocasional de mutuo beneficio. Tú le brindas información, casi siempre privilegiada y pones en circulación (y hasta en vitrina) los contenidos y mensajes que te interesan o convienen; el medio se hace de una fuente de primera mano formulando las preguntas que todos esperan, y con ello aventaja a su inmediata competencia (transitoriamente). El punto siempre será ‘posicionamiento’, de uno y de otro lado;

4) Nunca se te ocurra preparar y entregarle “tu” cuestionario a un periodista: será un insulto seguro y una escandalosa falta de respeto a la profesión del comunicador- Y con ello, de paso, despertarás justificadas suspicacias y generarás una actitud más indagatoria, escrutadora y acaso intrusiva de parte del entrevistador. Y si tu comunicador “profesional” te lo sugiere, pregúntale si esa mañana tomó su pastilla y envíalo a a contar gaviotas en la Plaza de Armas por 15 días. Cosa distinta es que ambas partes conversen civilizadamente sobre los temas que les interesan y en qué orden los abordarán. Los enfoques y ángulos son prerrogativas del periodista;

5) Tu jefe de prensa o asesor respectivo deben prepararte un cuestionario posible, con sus respuestas prefijadas, a modo de ensayo. Para ello deben tener presentes como insumos el contexto político del momento, las posiciones oficiales del régimen, la actitud y temperamento de la oposición, la línea editorial del medio, los activos y pasivos del líder del sector, y, por supuesto, los subtextos que buscas colocar (¡es legítimo!), así como los trascendidos y bolas en vigencia. Todo sirve. Pero no todo puede ser expuesto. Cuida tu selección y tu orden de prelación;

6) En la dinámica e interacción entre entrevistado y entrevistador, el segundo puede darse el lujo de mostrarse agresivo y hasta de perder el control (siempre y cuando no falte el respeto); tu papel es otro: mantenerte siempre en dominio de la situación y alerta, sé amable pero firme; puedes mostrarte indignado por alguna acusación o imputación, pero debes guardar la serenidad que te permitirá instalar y asentar tu argumentación; y apela en todo momento al interés público y al bien común. Cuando la ciudadanía se nota atendida, resaltada, privilegiada (como debería ser siempre), tiende a favorecer tu imagen y tu posicionamiento personal; y se muestra incluso más indulgente, sobre todo, si no te va bien con tus descargos (pero aun en eso debes ser hábil, pues podrían interpretarlo como una vulgar manipulación);

7)  Apela a verbos asertivos, directos y cortos para proyectar seguridad y confianza, y poca o ninguna adjetivación, que suele debilitar tus argumentos. Tampoco te extravíes en otros asuntos ni divagues en el aire o pierdas el foco de atención: nadie quiere escuchar tu opinión sobre si te gusta o no ‘Esto es guerra’; en cambio, sí aguardan con ansiedad tu posición o descargo sobre el tema que motiva la entrevista, y si te muestras capaz de zafarte del conflicto o, eventualmente, de la trampa que te tendieron (si en tu opinión ése fuera el caso).

8) Si el tema es altamente complicado o riesgoso para tu imagen, no pierdas el exiguo y valioso tiempo de que dispones en atacar o, peor, descalificar, a tus acusadores u opositores, o en ensalzar tu maravilloso expertise, tu alto cociente intelectual o tu impoluta integridad moral: Usa la estrategia del dermatólogo: Ve directo al grano. Hechos, nombres, fechas, documentos, testigos, fuentes confiables (e inmediatamente verificables). Eso marcará la diferencia en la percepción que generes ante las audiencias: o eres víctima de alguna conspiración proveniente de intereses creados o, por el contrario, resultas un perfecto culpable, en cuyo caso la estrategia deberá ser otra (la hay para todo);

9) Por definición, y si aprendió bien la lección o posee intuición natural, un periodista está obligado a desconfiar y sospechar de las verdades oficiales (leer bien, ‘oficiales’, pueden ser estatales o privadas). Por tanto, no esperes de él condescendencia, patería o debilidad. Te arrinconará, te intimidará, te acosará, intentará hacerte perder los papeles y estarás tentado de sacarlo al fresco. Pero es él quien está en lo correcto. Es su deber. El tuyo es resistir y contraatacar, siempre con la solvencia y la elegancia que te sean posibles, desmontando una a una las imputaciones que te presenta. Que el show lo haga él. Tú queda como un dandy (o una lady).

10) Prepárate para la repregunta. Estadísticas de propia elaboración me indican que es aquí donde la mayoría de políticos cae estrepitosamente o, por lo menos, se resbala con roche. Apenas algunos se preparan para las preguntas que cree que le harán, pero ninguno toma previsiones para afrontar o escapar de una RE-pregunta complicada, malintencionada o tramposa que busca contradecir algo que afirmaste antes, confrontarte con un dato de último minuto, un documento sacado de la manga o un testigo inesperado;

SI ERES PERIODISTA:

1) Asume el contacto con tu entrevistado evitando que él lo tome como un obsequio para que se despache a su gusto y te utilice como caja de resonancia o faja transportadora. Ametrállalo desde el saque con preguntas punzantes, agresivas y, por qué no, despiadadas. Como corresponde, la misericordia resérvala para los indigentes y desdichados.

2) Prepárate a conciencia sobre la forma y fondo de los temas que deseas tratar en la entrevista pactada. No basta averiguar el qué, el cómo o el cuándo de algo. Muchas veces es el porqué el que te marca el rumbo de revelaciones de mayor calibre e interés público; sé listo para identificarlo y exponerlo de forma que el político quede seriamente comprometido.

3) No tutées a tu entrevistado. El respeto real se demuestra en otros espacios y circunstancias, pero en la lógica de medios, ponerte de tú a tú con tu entrevistado puede provocar descrédito y relativiza tu independencia frente al público. Debes producir necesaria distancia para proyectar mayor legitimidad cumpliendo tu rol de mediador social (representas a un medio).

4) Antes de la entrevista, empápate del contexto noticioso (no me canso de repetirlo). No puedes quedarte en lo anecdótico lo meramente fáctico, lo circunstancial, en el epíteto, la descalificación, el insulto o el chisme. Necesitas manejar un panorama amplio del asunto, que suele ser más que un episodio aislado (por ejemplo, si el caso es el de un funcionario público cogido con las manos en la masa, ello puede conducir al descubrimiento de una vasta red de relaciones putrefactas instaladas por décadas, muchas veces en mandos medios del Estado);

5) No ingreses a una dinámica perniciosa y estéril de hacer preguntas demasiado largas, densas o cultistas, tratando de exhibirte ante todos: puedes perder el foco de atención, y diluir la posibilidad de una respuesta reveladora de parte de tu entrevistado. El centro de la entrevista es el personaje, no tú.

6) Apela al ‘off the record’ únicamente para repasar el contenido de la entrevista o para completar un dato, nunca para traicionar la confianza de tu entrevistado. Si te crees muy listo y esto te parece una tendencia correcta o “pragmática”, y “que hoy todos lo hacen”, sigue con tu costumbre, a ver cómo te va con siguientes posibles entrevistados que se enterarán de tus modernos “recursos”. Pero como casi en todo hay excepciones o análisis especiales, reproduzco aquí un comentario que hice hace algún tiempo a un colega sobre este aspecto:

“En el siglo XXI el ‘off the record’ sigue siendo un recurso mediático tácticamente valioso pero políticamente más peligroso que antes. Las necesidades y urgencias de los periodistas por acceder a un cúmulo de información hoy más complejo -por la diversificación tecnológica y los nuevos mecanismos de bloqueo informativo-, puede inducirlos a romper las reglas de la reserva, a comprometer la integridad de la fuente e incluso a relativizar la importancia de que dicha fuente mantenga su posición laboral. Pero en condiciones estándar, el ‘off the récord’ continúa ocupando el sitial de referencia obligada, sobre todo cuando se trata de desentrañar las redes del poder, la rapiña corporativa o las mafias incrustadas en la sociedad civil. Lo que queda como desafío en la ética profesional de los periodistas es marcar la frontera entre lo que lo urge conocer al público versus la santidad de la fuente (no sólo por ella misma sino en cuanto a su valor estratégico de proveedor sistemático de información calificada). Si se opta por lo primero, se deberá entender la primacía del bien común; si por la segunda, los valores de la credibilidad y la competitividad habrán sentado raíces. En cualquier caso, un periodista profesional del siglo XXI estará obligado a comprender la responsabilidad que tiene entre manos: informar con la máxima rigurosidad posible sin afectar, innecesariamente, el honor personal ni la reputación institucional. El “off the record” no puede transformarse en “on the record” por el tóxico imperio del dinero, por turbias ansias de poder, ni por una mala lectura de la pirámide de Maslow”;

7) Ten lista una pregunta bomba. Si el desarrollo de la entrevista no fue lo candente o reveladora que planeaste, salva la situación con una pregunta comprometedora que guardaste para la ocasión. Casi siempre tiene que ver con un dato puntual suministrado por alguien que trabajó cercanamente con el denunciado pero con quien terminó su relación a las patadas;

8) Cuando se sienta en problemas (lo que indicará que vienes haciéndolo bien), el entrevistado buscará librarse recordando sus aportes y contribuciones al pueblo o a su institución durante su gestión, y de cuánto mejoró el país y la calidad de vida de los ciudadanos “gracias” a él. Después de felicitarlo formalmente, no lo permitas. Recuérdale que para sus ‘cherries’ y sus loas cuenta -en parte- con el recurso de la comunicación institucional (aunque en verdad no debe funcionar así) y las agencias de publicidad. Y que está ahí para responder lo que el público, con todo derecho, espera de él; 

9) No todos, pero muchos políticos encumbrados suelen ser poseídos por la extraña sensación de estar por encima de todo; que la divinidad los asiste y los protege de cometer errores o de caer en debilidades. Que el destino los puso donde están. En consecuencia, buscarán monopolizar la entrevista, la cual querrán percibir en verdad como un monólogo. Con clase y firmeza, pon a tu entrevistado en su sitio y coméntale lo que decían los esclavos caminando detrás de los generales victoriosos en la antigua Roma: “Recuerda que eres mortal” (Memento mori);

10) Para después: Interésate en el recurso del seguimiento: no sólo estudiar anteriores entrevistas al personaje, sino seguir el curso de los acontecimientos y consecuencias de la entrevista que tú le hagas: un ‘timeline’ táctico te otorgará importantes ventajas en el mercado noticioso y frente a tu competencia directa. Y casi con seguridad, lograrás destapar una verdad que provocará alguna significativa modificación política, al mismo tiempo que habrás cumplido tu papel de periodista responsable: agente de cambio en democracia.

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